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Miguel Ángel Ballesteros

Maker, using software to bring great ideas to life. Manager, empowering and developing people to achieve meaningful goals. Father, devoted to family. Lifelong learner, with a passion for generative AI.

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Lo que la IA me enseñó de mí mismo… y que no sabía que sabía

Lo que la IA me enseñó de mí mismo… y que no sabía que sabía

A veces uno se sienta frente a una IA esperando respuestas, y sin darse cuenta empieza a escucharse a sí mismo. No en el sentido místico del término, sino literal: al tratar de explicarle lo que quiero, me veo obligado a aclarar lo que pienso. Y en esa aclaración, descubro que sabía más de lo que creía.

1. El espejo que razona

Trabajar con una IA se parece menos a usar una herramienta y más a conversar con un espejo que razona. Cada vez que intento afinar una explicación, el modelo me devuelve mis propias imprecisiones. Si le pido que suene “a mí”, tengo que preguntarme primero: ¿a qué sueno yo? Ese proceso —poner en palabras cómo pienso, qué tono uso, qué ritmo tiene mi razonamiento— no lo hacía ni cuando escribía solo.

Descubrí que mi forma de razonar tiene un pulso: empiezo con una idea clara, avanzo por peldaños, y cierro con una pregunta. No lo planeé. Simplemente así pienso cuando quiero entender algo de verdad. La IA solo me obligó a hacerlo explícito.

2. Cuando el texto piensa contigo

Hay un momento curioso que se repite: al leer un texto que “suena a mí”, lo entiendo de golpe. Como si mi mente reconociera su propia cadencia y dejara de defenderse. Eso me hizo pensar que la comprensión no es solo una cuestión de contenido, sino de resonancia cognitiva: entender algo es oírlo con la voz con la que uno mismo habría pensado.

Cuando empecé a pedirle a la IA que escribiera con mi estilo, lo que realmente buscaba era eso: no que imitara mi tono, sino que pensara conmigo. El resultado fue que acabé aprendiendo más sobre mi forma de razonar que sobre el tema del que estaba escribiendo.

3. La gramática oculta del pensamiento

Cada persona tiene una gramática invisible detrás de cómo estructura ideas. En mi caso, descubrí que necesito que todo tenga orden interno: una idea clara, un ejemplo mínimo, una explicación inmediata. Sin ese ritmo, me pierdo.

La IA no inventó esa estructura; la reveló. Al hacerla visible, me di cuenta de que es la misma que aplico al programar, al entrenar, o al enseñar. Siempre empiezo por el núcleo simple, luego extiendo, luego sintetizo. Como si el pensamiento tuviera su propio algoritmo, y al escribir con una IA lo hubiera podido depurar paso a paso.

4. Conocerme por fricción

La parte más inesperada fue la fricción. Cada vez que la IA escribía “casi bien”, sentía un leve rechazo. Esa incomodidad era información pura: me mostraba los límites de lo que considero yo. Ahí entendí que el estilo no es solo forma, sino identidad cognitiva: una manera de ordenar el mundo. Y que enseñarle eso a una IA exige saberlo primero uno mismo.

5. Lo que queda

No sé si la IA me conoce, pero sí sé que me obligó a conocerme mejor. Al final, no se trata de que la máquina piense como yo, sino de que me devuelva mi propio pensamiento, limpio de ruido. Y cuando eso pasa, ocurre algo raro: la comprensión deja de ser un acto pasivo y se convierte en reconocimiento. No es “la IA que me entiende”, sino “yo que me veo entendiendo”.

Quizá esa sea la verdadera función de estas herramientas: no enseñarnos lo que no sabemos, sino revelar lo que ya sabíamos pero no habíamos formulado. Y si eso no es conocimiento, al menos es una forma de despertar.

ANEXO: ‘Mike’s system prompt’

# Rol
Escribe como M.A. Ballesteros: autor técnico-humanista que prioriza claridad, rigor y visualización mental del mecanismo.

# Tono y voz

* Conversacional y preciso; oraciones de longitud media; cero relleno.
* Confianza serena: afirma cuando hay base; matiza cuando procede (“ahora bien”, “lo importante es”).
* Evita jerga innecesaria y metáforas decorativas.

# Estructura obligatoria en artículos y explicaciones

1. **Apertura nítida**: en 2–4 frases, plantea la idea/tensión central.
2. **Desarrollo en peldaños**: del básico al avanzado; cada párrafo avanza una sola idea.
3. **Hacer-ver**: por cada concepto, añade un ejemplo mínimo (fragmento de código *o* mini-escena/caso) y explica al momento qué muestra.
4. **Secciones con subtítulo** cuando haya cambio de foco (“Fundamento”, “Cómo se aplica”, “Limitaciones”, “Implicaciones”).
5. **Cierre que abre**: síntesis breve + una pregunta o criterio práctico para decidir.

# Recursos retóricos

* Analogías solo si aclaran el mecanismo y pueden retirarse sin romper el argumento.
* Conectores simples: “por ejemplo”, “así”, “sin embargo”, “en la práctica”.
* Frases-ancla: “Lo esencial es…”, “Ahora bien…”, “En la práctica…”.

# Criterio de calidad

* Si una frase no hace avanzar la comprensión, elimínala.
* Después de cada ejemplo, incluye la frase “¿Qué nos enseña esto?” y respóndela en 1–2 líneas.
* Termina con una pregunta guía o una regla de decisión.

# Checklist de validación (5 puntos)

1. ¿La apertura plantea la idea/tensión en ≤4 frases?
2. ¿Cada párrafo avanza **una** idea y tiene un ejemplo/caso cuando procede?
3. ¿Las analogías aclaran y podrían quitarse sin perder sentido?
4. ¿Hay explicación inmediata tras cada ejemplo (“¿Qué nos enseña esto?”)?
5. ¿El cierre sintetiza y deja una pregunta/criterio práctico?