Artículo publicado inicialmente en Linkedin.
Ayer terminó 2022, un año marcado por el inicio de la difusión masiva de la IA con la llegada de Stable Diffusion, Midjourney, y DALLE-2 para generación de imágenes, pero muy especialmente por el lanzamiento de ChatGPT, que revolucionó el mundo en muy pocos días.
Pero es que 2023 -por no hablar de 2024-, va a multiplicar esto muchas veces. ¿Cuánto? Muy difícil saber a priori. El crecimiento exponencial es tremendamente complejo de imaginar. Sabemos que llegará GPT-4 (hay quien ya lo está probando) y que sus creadores afirman que lo cambiará todo.
Mucho más cercano, el final de 2022 fue un revulsivo para GoKoan: pasamos de ser una startup de educación que había montado una academia online de oposiciones local con muchísimo esfuerzo, a transformarnos en Koanly, una de las primeras startups de IA generativa españolas aplicada a la educación, con alcance global desde el minuto cero. Brutal. En escasamente tres meses. Sí, aún necesitaremos dos o tres más para lanzar todo al mercado, pero ya estamos ahí en el panorama IA y sabemos que tenemos un productazo entre manos.
Vamos, que podemos decir de primera mano que esto va rápido, muy rápido. Tanto que es difícil de asimilar, especialmente para los que nos movemos en la frontera observando cómo se van completando las partes del puzzle y lo que antes era imposible, ahora no solo es posible, sino que lleva media hora hacerlo.
¿Y a dónde nos conduce todo esto? Pues a una situación inevitable: lleguemos a la AGI o no -que IMHO llegaremos, y creo que en los próximos 5 años-, la IA lo va a cambiar todo, y en muchos casos de un plumazo. Y aquí es donde está el problema. Gente que pasa de tener un futuro más o menos claro a, de repente, sin verlo venir, ver cómo pasa a ser irrelevante. Esas “habilidades” que le hacían único y tan valioso, pasan de la noche a la mañana, a ser replicados e incluso superados por la IA. “Y ahora, ¿qué hago yo?”
Ya está pasando en el mundo del arte, con los artistas en plena guerra contra la IA, muchos pidiendo que sus obras se excluyan de los datos de entrenamiento de los nuevos modelos para evitar (es poner vallas al campo) que la IA replique sus trabajos.
Con Co-pilot escribiendo el 80% del código de programadores de élite, el mundo de la programación ya ve temblar sus bases.
Pero es que esto va a tocar todos los campos. Y es inevitable.
Mi mujer me pregunta “si estoy bien”. “Sí”, le respondo. Y es verdad. De momento no me afecta, y puede que muchos no entiendan que forme parte activa de este proceso de transformación. Pero es que creo que formar parte es la mejor manera de poder opinar, y sobre todo, de poder modelar hacia dónde conduce todo esto. No voy a ser espectador, voy a ser parte activa de esta revolución inevitable.
Y es por esto que, al mismo tiempo que re-imagino cómo va a ser la educación en los próximos años y ayudo a darle forma, quiero iniciar un trabajo de fondo de uno de los mayores retos que tiene la humanidad en los próximos años.
Mucho de habla del problema del alineamiento de la IA -asegurar que la IA sigue directrices favorables a la humanidad, incluso cuando no sean explícitas-, pero para mí hay un segundo problema igualmente crítico: resolver el problema de propósito de los humanos tras el advenimiento de la IA. “¿Y ahora qué vamos a hacer?”
Renta mínima, muy bien. Tengo para vivir. Abundancia. Muy bien. “¿Pero qué hago ahora yo con mi vida?” Ese es el drama. Y este es un problema en el que quiero trabajar paralelamente a mi trabajo. Desde la calma. Desde la ilusión que ha movido siempre mi vida, que será fuente de inspiración para dar con las claves de solución de este tremendísimo reto. Y tú, ¿ya sabes cómo resolverlo?