Desde hace un tiempo mi rutina como programador se ha transformado por completo. Antes dedicaba el 90% de la jornada a escribir código y apenas un 10% a probar lo construido. Con la irrupción de asistentes como Codex o el Jules de Google, el panorama es otro.
Hoy casi todo gira en torno a dividir el trabajo en piezas pequeñas y paralelizables para que Codex pueda desarrollar varias pull requests a la vez. Mientras la IA trabaja en esas tareas, mi foco está en revisar y probar las PR anteriores, ajustando lo necesario.
El reparto actual de mi tiempo se parece más a esto:
- 10‑20 % programando directamente.
- 30 % diseñando tareas lo más independientes posible.
- 50‑60 % revisando, probando y afinando los resultados que produce la IA.
Ser capaz de fragmentar el desarrollo es ahora una habilidad clave. Al convertir el proceso en una cadena de microtareas paralelas, multiplicamos la velocidad sin sacrificar calidad, siempre que la verificación sea exhaustiva.
Esta reorganización ha disparado mi productividad: dedico menos tiempo a escribir código y más a coordinar tareas y verificar los resultados. De hecho, esta misma entrada es un buen ejemplo del flujo automatizado: grabé unas notas de voz con las ideas principales y Codex las transformó en este texto listo para publicar.