20 Enero: El Deber sobre el Deseo
20 Enero: El Deber sobre el Deseo
“Al amanecer, cuando de mala gana y perezosamente despiertas, acuda puntual a tu mente este pensamiento: ‘Despierto para cumplir la tarea de un hombre’.” — Marco Aurelio, Meditaciones
Fuente/Tradición: Estoicismo
La Historia: El Emperador en la Frontera
Carnuntum, frontera norte del Imperio Romano, año 170 d.C. El invierno es brutal. El viento aúlla entre las tiendas de campaña del campamento legionario, trayendo consigo nieve y el olor a humo de leña húmeda.
Dentro de la tienda principal, bajo una pila de mantas de lana pesada, yace el hombre más poderoso de la Tierra. Marco Aurelio, el Emperador de Roma. Está enfermo. Su pecho silba al respirar, su estómago le duele constantemente (probablemente una úlcera) y sus articulaciones están inflamadas. Tiene casi 50 años, una edad avanzada para la época y las condiciones.
Afuera está oscuro y hace un frío que corta la piel. Su cuerpo, su biología entera, le grita una sola cosa: “Quédate aquí”. “Quédate en la cama. Eres el Emperador. Nadie te va a ordenar que te levantes. Podrías dormir hasta el mediodía. Podrías llamar a los esclavos para que te traigan vino caliente y comida. Podrías delegar el mando de las legiones a tus generales y volver a la comodidad de tu palacio en Roma”.
La tentación es física, visceral. El Deseo de confort es una fuerza gravitatoria inmensa. Marco Aurelio abre los ojos en la oscuridad. Siente el peso de las mantas, el calor refugio. Y entonces, comienza el diálogo interno que quedaría inmortalizado en sus Meditaciones (Libro V).
Se pregunta: “¿Para qué he nacido? ¿Para acurrucarme bajo las mantas y estar caliente? ¿Es este el propósito de mi existencia?”. Se responde a sí mismo con dureza: “¿Has nacido para sentir placer o para actuar? Mira a las plantas, a los gorriones, a las hormigas, a las arañas, a las abejas. Todos están haciendo su trabajo, poniendo en orden su parte del universo según su naturaleza. ¿Y tú, ser humano racional, te niegas a hacer el trabajo de un humano?”.
“Pero el descanso es necesario”, argumenta su parte perezosa. “Cierto”, se responde Marco, “pero la naturaleza ha puesto límites al comer y al beber, y también al descansar. Tú estás sobrepasando los límites del descanso, pero no has alcanzado los límites de tu trabajo”.
Con un suspiro que mezcla resignación y determinación, el Emperador aparta las mantas. El frío golpea su piel desnuda. Se levanta, se lava la cara con agua helada y se viste para pasar otro día más resolviendo disputas, dirigiendo ejércitos y sirviendo a un imperio ingrato. No se levanta porque quiere. Se levanta porque debe.
La Lección:
El conflicto eterno del guerrero es la batalla entre lo que quiere hacer (Deseo) y lo que debe hacer (Deber). El Deseo es un niño caprichoso. Busca placer, comodidad, alivio inmediato y huida del dolor. El Deber es un adulto responsable. Busca propósito, orden, cumplimiento de la misión y bien común.
La disciplina colapsa en el momento en que empiezas a negociar con el Deseo. “Solo 5 minutos más”. “Hoy hace mucho frío para correr”. “No estoy inspirado para escribir”. “Mañana empiezo la dieta”.
Marco Aurelio nos enseña que no se puede negociar. Si esperas a “tener ganas” para actuar, serás un esclavo de tu bioquímica y de tus estados de ánimo fluctuantes. El profesional actúa independientemente de sus ganas. El deber es un ancla que te mantiene firme cuando las olas emocionales intentan arrastrarte contra las rocas.
No eres tus sentimientos. Eres tus acciones.
Reflexión Final:
- La Primera Negociación: ¿Cuál es la primera negociación que haces contigo mismo cada mañana (la alarma, el desayuno, el ejercicio)? ¿Quién suele ganar, el niño caprichoso (Deseo) o el adulto (Deber)?
- Tu Naturaleza: Si las abejas hacen miel y las arañas tejen telas sin quejarse, ¿cuál es tu trabajo específico como ser humano hoy? ¿Qué aportas al orden del mundo?
- La Práctica de Hoy: Identifica una tarea que has estado posponiendo porque “no te apetece” o “no te sientes inspirado”. Hazla inmediatamente. No lo pienses. Mátala antes de que tu cerebro empiece a poner excusas. Actúa como un Emperador que sirve, no como un niño que pide.