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Miguel Ángel Ballesteros

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04 Febrero: El Silencio Táctico

04 Febrero: El Silencio Táctico

“El que sabe, no habla. El que habla, no sabe.”Lao-Tse

Fuente/Tradición: Negociación / FBI

La Historia: El Negociador de Rehenes

Chris Voss no era un académico de torre de marfil. Era un hombre que trabajaba en las trincheras del comportamiento humano más oscuro. Como principal negociador de rehenes internacionales del FBI, su “oficina” solía ser un búnker improvisado, una furgoneta de vigilancia o una habitación de hotel llena de agentes armados, escuchando conversaciones telefónicas donde la vida de una persona pendía de un hilo.

Una de sus pruebas de fuego ocurrió en las selvas de Filipinas. El grupo terrorista Abu Sayyaf había secuestrado a un ciudadano estadounidense, Jeffrey Schilling. Exigían 10 millones de dólares como “reparación de daños de guerra”. Era una cifra imposible. El gobierno de EE. UU. tiene una política estricta de no pagar rescates, pero Voss tenía que ganar tiempo y, de alguna manera, sacar a Schilling de allí con vida.

La negociación se llevaba a cabo a través de un intermediario local. Voss estaba al lado del teléfono, escuchando, guiando cada palabra, cada tono, cada pausa.

El líder terrorista al otro lado de la línea era volátil, agresivo y estaba acostumbrado a intimidar. Gritaba, amenazaba con decapitar al rehén, lanzaba diatribas políticas interminables. La tensión en la habitación era asfixiante.

Voss instruyó al intermediario para que hiciera una contraoferta deliberadamente absurda, casi insultante, para resetear las expectativas del terrorista. Pero la clave no estaba en la cifra. La clave estaba en lo que debía hacer después.

“Di la cifra”, ordenó Voss. “Y luego, cállate. Cállate por completo. No respires. No te disculpes. Muerde tu lengua si es necesario”.

El intermediario obedeció. Soltó la oferta baja. Al otro lado de la línea, hubo un estallido de furia bíblica. El terrorista gritó, maldijo, amenazó con el infierno. El instinto humano natural ante esa explosión de ira es hablar. Queremos rellenar el vacío. Queremos suavizar el golpe. Queremos decir: “Bueno, mire, es que es lo único que tenemos…”, o “Por favor, no se enfade, podemos intentar…”. Hablamos para aliviar nuestra propia ansiedad ante el conflicto.

Pero el intermediario, siguiendo la disciplina de hierro de Voss, mantuvo el silencio. Segundos que parecieron horas. El terrorista dejó de gritar. Hubo un silencio denso, pesado, incómodo. Un vacío que exigía ser llenado. Y como el intermediario no lo llenaba, el terrorista se vio obligado a hacerlo.

“Bueno…”, dijo el terrorista finalmente, con un tono de voz completamente diferente, casi resignado. “¿Y qué se supone que debo hacer con eso? ¿Cómo voy a explicárselo a mis hombres?”.

El silencio había funcionado. La ira se había agotado por falta de combustible. El terrorista había pasado de la posición de “exijo 10 millones o muere” a la posición de “¿cómo resolvemos este problema logístico?”. Había empezado a negociar consigo mismo.

Meses después, tras muchas conversaciones donde el silencio fue el arma principal, Schilling fue liberado. No se pagaron los 10 millones.

La Lección:

Vivimos en una cultura que adora la extroversión y teme al silencio. Creemos que negociar es hablar. Que liderar es dar discursos. Que persuadir es avasallar al otro con argumentos lógicos y elocuentes.

Chris Voss descubrió que, en las situaciones de vida o muerte, hablar demasiado es una debilidad. Hablamos porque estamos nerviosos. Hablamos porque buscamos validación. Hablamos porque nuestro ego quiere demostrar lo listo que es. Y al hablar, perdemos poder.

  • En una venta, el primero que habla después de dar el precio, pierde.
  • En una discusión de pareja, el que grita más y habla más rápido suele ser el que menos se hace escuchar.
  • En una reunión, el líder más poderoso no es el que monopoliza la palabra, sino el que escucha a todos y habla el último.

El Silencio Táctico es una muestra suprema de autocontrol. Requiere una confianza inmensa en uno mismo para sentarse en la incomodidad del silencio sin correr a taparlo con palabras vacías. Es una llave de judo mental. Cuando te callas, creas un vacío de presión. La otra persona siente la necesidad irresistible de llenarlo. Y a menudo, lo llena revelando información valiosa, bajando sus defensas o haciendo concesiones que no habría hecho si tú hubieras seguido hablando.

Además, el silencio proyecta autoridad. La persona que está cómoda en silencio demuestra que no necesita nada del otro. Es una montaña inamovible.

Reflexión Final:

  1. El Miedo al Vacío: Obsérvate en tu próxima conversación. ¿Te sientes incómodo cuando hay una pausa de más de dos segundos? ¿Corres a llenarla con chistes, muletillas o comentarios banales?
  2. La Verborrea: ¿Sueles interrumpir a los demás antes de que terminen sus frases porque ya estás pensando en lo que vas a decir tú? Eso no es escuchar; es esperar tu turno para hablar.
  3. La Práctica de Hoy: Juega al “Juego del Silencio”. En tu próxima interacción (laboral o personal), haz una pregunta abierta (“¿Qué opinas de esto?”, “¿Cómo podemos solucionarlo?”). Y luego, cállate. Cierra la boca. Espera la respuesta. Y aquí viene el truco: cuando la otra persona termine de hablar, espera 3 segundos más antes de responder. Cuenta mentalmente: 1001, 1002, 1003. A menudo, en esos 3 segundos extra, la persona sentirá el vacío y añadirá la información más importante, la verdad que se estaba guardando.