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Miguel Ángel Ballesteros

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02 Abril: Hazlo con Miedo

02 Abril: Hazlo con Miedo

“La manera más efectiva de hacerlo, es hacerlo.”Amelia Earhart

Fuente/Tradición: Aviación / Exploración

La Historia: El Vuelo en Solitario

20 de mayo de 1932. Puerto de Grace, Terranova. El amanecer es gris y frío. El viento del Atlántico Norte corta la cara como cuchillas de hielo. En la pista de tierra, un pequeño monoplano rojo, un Lockheed Vega 5B, vibra listo para despegar. Dentro de la cabina, Amelia Earhart revisa los instrumentos por décima vez. Tiene 34 años. Cinco años antes, Charles Lindbergh había logrado lo imposible: cruzar el océano solo. Pero Lindbergh era un hombre, un piloto militar. Amelia es una mujer en un mundo de hombres, a punto de intentar algo que ya ha matado a docenas de pilotos experimentados.

Sabe lo que le espera. El océano es un desierto líquido de 3.000 kilómetros. No hay radio (o al menos, no una fiable). No hay GPS. No hay rescate posible. Si el motor falla, muere. Si se duerme, muere. Si se desvía unos grados, se quedará sin combustible y morirá. Sus manos tiemblan ligeramente sobre la palanca. El miedo no es una abstracción; es un nudo físico en su estómago, una voz primitiva que le grita: “No lo hagas. Vuelve a casa. Estás loca”.

Acelera. El avión se levanta pesadamente, cargado de combustible hasta el límite. Casi de inmediato, la realidad golpea. A las cuatro horas, el altímetro falla. La aguja gira loca. Amelia ya no sabe si está a 3.000 pies o a 30. Cae la noche. Una tormenta eléctrica la envuelve. El avión es sacudido como una hoja seca en un huracán. Los relámpagos iluminan la cabina, cegándola. Y entonces, el terror real. Ve unas llamas azules lamiendo el costado del motor. El colector de escape se ha roto. El metal caliente vibra. Si una sola chispa toca el combustible, se convertirá en una bola de fuego sobre el mar negro. Durante horas, vuela mirando esas llamas, rezando para que el metal aguante. El frío es tan intenso que el hielo empieza a acumularse en las alas, haciendo el avión pesado e inestable. Tiene que descender, rozando las olas invisibles, para que el aire más cálido derrita el hielo, y luego volver a subir. Es una danza con la muerte que dura 14 horas y 56 minutos.

Amelia está agotada. Huele a gasolina y a miedo. Le duelen los ojos. Pero no suelta los mandos. No deja que el pánico tome decisiones. Siente el miedo, lo reconoce, y sigue volando. Cuando finalmente ve tierra verde bajo sus alas —un pastizal en Culmore, Irlanda del Norte—, no aterriza como una heroína de película. Aterriza asustando a las vacas de un granjero llamado Gallagher. Baja del avión, tambaleándose, sorda por el ruido del motor. —¿Vienes de lejos? —pregunta el granjero atónito. —De América —responde ella.

La Lección:

Existe una mentira tóxica que nos paraliza: la idea de que debemos esperar a sentirnos “seguros” o “confiados” antes de actuar. Miramos a los grandes líderes, a los emprendedores audaces, a los artistas que se exponen, y pensamos: “Ellos no tienen miedo. Ojalá yo fuera como ellos”. Falso. El héroe y el cobarde sienten exactamente el mismo miedo. La biología es la misma. La adrenalina es la misma. La única diferencia —la única— es lo que hacen con ese miedo.

El cobarde deja que el miedo le dicte la acción (“No despegues”). El guerrero sienta al miedo en el asiento del copiloto y despega igual. Amelia Earhart no cruzó el Atlántico porque no tuviera miedo. Lo cruzó con miedo. Llevó su terror a través de la tormenta, a través del fuego y a través del hielo.

Si estás esperando el momento perfecto en el que te sientas “listo” y sin dudas para empezar tu proyecto, para tener esa conversación difícil o para cambiar de vida, vas a esperar hasta el día de tu muerte. La confianza no viene antes de la acción. La confianza es el resultado de la acción. Primero saltas (con miedo). Luego sobrevives. Y entonces, solo entonces, te sientes confiado.

Reflexión Final:

  1. El Copiloto: ¿Qué decisión importante estás posponiendo porque estás esperando a que se vaya el miedo?
  2. La Mentira: ¿Te estás diciendo a ti mismo “no estoy preparado” cuando en realidad quieres decir “estoy aterrorizado”?
  3. La Práctica de Hoy: Identifica una acción que te asuste hoy. No algo peligroso, sino algo incómodo (llamar a ese cliente, publicar ese texto, pedir ese aumento). Hazlo. Hazlo con las manos temblando. Hazlo con la voz quebrada. Pero hazlo.