15 Abril: El Hombre en la Arena
15 Abril: El Hombre en la Arena
“No es el crítico quien cuenta… El crédito pertenece al hombre que está realmente en la arena, cuyo rostro está manchado de polvo, sudor y sangre.” — Theodore Roosevelt
Fuente/Tradición: Política / Liderazgo
La Historia: El Discurso en la Sorbona
23 de abril de 1910. París. La Sorbona es el templo intelectual de Europa. Sus salones están llenos de la élite: aristócratas con monóculos, académicos de manos suaves, críticos profesionales que han leído todos los libros pero nunca han librado una batalla. Es un público cínico, refinado y juicioso. Al estrado sube Theodore Roosevelt. Ya no es el Presidente de los Estados Unidos. Es un ciudadano privado de gira. Pero su presencia llena la sala. Es un hombre robusto, con bigote de morsa y gafas de pinza, que irradia una energía animal. Roosevelt no es un intelectual de salón. Es un hombre que superó el asma infantil a base de ejercicio brutal. Que fue cowboy en las tierras baldías de Dakota, cazando forajidos en la nieve. Que fue Comisario de Policía en los barrios más peligrosos de Nueva York, patrullando de noche con una capa negra. Que renunció a un puesto seguro en el gobierno para liderar a los “Rough Riders” en la carga de la colina de San Juan en Cuba, bajo el fuego de las ametralladoras españolas, viendo morir a sus amigos a su lado. Tiene cicatrices. Tiene fracasos. Ha enterrado a su esposa y a su madre el mismo día.
Mira a la multitud de críticos impolutos y lanza las palabras que definirían su credo y el de cualquier guerrero futuro: “No es el crítico quien cuenta; ni aquel que señala cómo el hombre fuerte se tambalea, o dónde el autor de los hechos podría haberlo hecho mejor.” Su voz retumba sin micrófono. “El crédito pertenece al hombre que está realmente en la arena, cuyo rostro está manchado de polvo, sudor y sangre; que se esfuerza valientemente; que yerra, que se queda corto una y otra vez… pero que conoce los grandes entusiasmos, las grandes devociones; que se gasta en una causa digna; que en el mejor de los casos conoce al final el triunfo del gran logro, y que en el peor de los casos, si fracasa, al menos fracasa atreviéndose a lo grande, de modo que su lugar nunca estará con esas almas frías y tímidas que no conocen ni la victoria ni la derrota.”
El silencio en la sala se rompe. Roosevelt acababa de trazar una línea en el suelo. A un lado, los espectadores. Los que miran, juzgan, comentan y se burlan, seguros en su grada, limpios y perfectos. Al otro lado, los protagonistas. Los que bajan a la arena. Los que se ensucian. Los que sangran. Los que se equivocan públicamente. Y dejó claro que la opinión de los primeros, por muy elocuente que sea, vale cero.
La Lección:
Vivimos en la Era del Crítico. Las redes sociales han construido un Coliseo global donde millones de personas se sientan en la grada a juzgar a los pocos que se atreven a bajar a la arena. Es gratis criticar. Es seguro. Da una falsa sensación de superioridad. “Mira cómo ha fallado ese emprendedor”. “Mira qué gorda está esa modelo”. “Mira qué mal ha jugado ese futbolista”. El miedo a ese juicio es la cadena más pesada que llevamos. No lanzamos el proyecto por miedo al “qué dirán”. No somos nosotros mismos por miedo al ridículo. Nos quedamos en la grada, infelices pero seguros, criticando a los demás para no sentirnos mal por nuestra cobardía.
Roosevelt te da permiso para ignorarlos. Si alguien no está en la arena contigo —arriesgando su dinero, su reputación o su piel—, su opinión es ruido. No aceptes consejos constructivos de quien nunca ha construido nada. La audacia requiere aceptar que te vas a manchar. Vas a tropezar. Te van a golpear. Vas a hacer el ridículo. Tu cara se llenará de polvo y sangre. Bien. Eso significa que estás vivo. Las almas frías y tímidas de la grada están muertas en vida.
Reflexión Final:
- La Grada: ¿A qué críticos (reales o imaginarios) estás intentando complacer? Ponles nombre. ¿Están ellos en la arena o solo miran?
- La Arena: ¿En qué área de tu vida estás mirando desde la barrera? ¿Dónde deseas participar pero el miedo al ridículo te frena?
- La Práctica de Hoy: Baja a la arena. Publica algo imperfecto. Di algo impopular. Inicia algo con riesgo de fracaso. Expónte deliberadamente a la crítica. Y cuando llegue, sonríe. Es la prueba de que estás haciendo algo.