05 Mayo: El Maratón de la Esperanza
05 Mayo: El Maratón de la Esperanza
“No quiero ser famoso. Quiero ser útil.” — Terry Fox
Fuente/Tradición: Historia Moderna / Superación
La Historia: 5.373 Kilómetros
Canadá, 1980. Terry Fox tiene 21 años. Es un chico guapo, atlético, con el pelo rizado y una sonrisa tímida. Y tiene una sola pierna. La otra, la derecha, se la amputaron por encima de la rodilla debido a un osteosarcoma (cáncer de huesos) tres años antes. Durante su estancia en el hospital, Terry vio el infierno. Vio a niños muriendo de cáncer. Vio el dolor de las familias. Vio la falta de fondos para investigación. Y decidió hacer algo al respecto. No algo razonable. Algo imposible. Decidió cruzar Canadá corriendo. De costa a costa. Un maratón diario (42 km) todos los días, sin descanso, hasta llegar al Pacífico. Con una pierna protésica rudimentaria de fibra de vidrio y acero que le hacía sangrar el muñón en cada paso. Lo llamó el “Maratón de la Esperanza”.
Empezó en St. John’s, Terranova, mojando su pierna artificial en el Océano Atlántico. Nadie le prestó atención al principio. Era solo un chico cojo corriendo bajo la lluvia helada. Pero Terry seguía corriendo. Su estilo era agónico y asimétrico: un salto con la pierna buena, un arrastre con la mala. Hop-skip-jump. Hop-skip-jump. Día tras día. Kilómetro tras kilómetro. A través de tormentas de nieve, vientos huracanados y el calor abrasador del verano. La gente empezó a salir a las carreteras. Empezaron a llorar al verle pasar. Empezaron a donar dinero. La nación entera se paralizó.
Corrió 143 días seguidos. Corrió 5.373 kilómetros. En Thunder Bay, Ontario, empezó a toser. El dolor en el pecho era insoportable. Fue al hospital. El cáncer había vuelto. Se había extendido a sus pulmones. Tenía tumores del tamaño de pelotas de golf. Tuvo que parar. “Me siento como si os hubiera fallado”, dijo llorando en la camilla de la ambulancia, pidiendo perdón a Canadá. Murió meses después, antes de cumplir los 23 años. Pero no falló. Recaudó 24 millones de dólares (un dólar por cada canadiense de la época). Y hoy, su fundación ha recaudado más de 850 millones para la investigación del cáncer.
La Lección:
La resistencia física al servicio de un propósito superior se convierte en algo sagrado. Terry Fox no corría por ego. No corría por medallas. No corría para demostrar nada a nadie. Corría por los niños que vio en el hospital. Cuando el dolor en su muñón era insoportable (y lo era cada mañana al ponerse la prótesis), no pensaba en sí mismo. Pensaba en ellos. “El dolor físico no es nada comparado con lo que sufren esos niños”, decía.
El secreto de la resistencia infinita es el Autolvido. Si te centras en tu dolor, tu cansancio y tu sacrificio, te romperás. El ego es frágil y quejica. Pero si te centras en a quién sirves, te vuelves indestructible. Una madre puede levantar un coche para salvar a su hijo. Un líder puede trabajar 20 horas para salvar a su equipo. El propósito anestesia el dolor. Si quieres aguantar más que nadie, encuentra una causa más grande que tú.
Reflexión Final:
- El Dolor: ¿Te estás quejando de tu esfuerzo actual? ¿Estás centrado en “pobre de mí”?
- La Causa: ¿Por quién estás corriendo? Si la respuesta es “por mí”, tu batería se agotará pronto. Busca un “quién” externo (tu familia, tu legado, tu Dios, tu comunidad).
- La Práctica de Hoy: La Ofrenda. Dedica tu esfuerzo de hoy (tu trabajo, tu entrenamiento) a alguien que lo necesite o que esté sufriendo. Visualiza que tu sudor les ayuda. Ofrece tu dolor como un tributo. Verás que, de repente, la carga pesa menos.