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Miguel Ángel Ballesteros

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30 Mayo: La Piedra en el Zapato

30 Mayo: La Piedra en el Zapato

“No es la montaña que tienes delante la que te agota, es la piedra en tu zapato.”Muhammad Ali

Fuente/Tradición: Psicología del Rendimiento / Minimalismo

La Historia: El Detalle Ignorado

Imagina a un soldado de élite en una marcha forzada de 50 kilómetros. Es un hombre entrenado para el dolor. Puede cargar 40 kilos a la espalda. Puede correr sin dormir. Su umbral de sufrimiento es altísimo. En el kilómetro 5, siente algo pequeño en su bota izquierda. Un grano de arena grueso. O una pequeña piedra de 2 milímetros. Su primera reacción es de orgullo estoico: “No voy a parar el ritmo del pelotón por esta tontería. Soy un guerrero. Puedo aguantar una piedrecita”. Sigue caminando. En cada paso, la piedra se clava en el talón. En el kilómetro 10, la fricción constante ha levantado la piel. Se ha formado una ampolla. En el kilómetro 20, la ampolla revienta. La carne viva queda expuesta y roza contra el calcetín sucio y la piedra. El dolor se vuelve agudo, eléctrico. Para evitar el dolor, el soldado empieza a modificar inconscientemente su pisada. Apoya mal el pie izquierdo. Carga todo el peso en la pierna derecha para compensar. Esto altera la biomecánica de su cadera y su espalda. En el kilómetro 40, su rodilla derecha, que ha estado soportando el doble de carga en un ángulo antinatural, colapsa. Se rompe el ligamento. El soldado cae al suelo. No puede dar un paso más. Ha sido derrotado. No por la distancia. No por el peso de la mochila. No por el enemigo. Sino por una piedra de 2 milímetros que decidió ignorar por orgullo.

La Lección:

A menudo pensamos que la resistencia es soportar grandes tragedias. Pero la mayoría de las veces, lo que nos rompe no es el gran trauma, sino la acumulación de pequeñas fricciones no resueltas. Toleramos “piedras en el zapato” en nuestra vida diaria porque pensamos que ocuparnos de ellas es una pérdida de tiempo o una señal de debilidad.

  • Esa silla de oficina que te hace doler la espalda un poco cada día.
  • Esa luz del coche que parpadea y te pone nervioso.
  • Esa conversación pendiente con tu pareja que evitas.
  • Esa pequeña deuda que genera intereses.
  • Ese grifo que gotea.

Te dices: “Ya lo miraré luego. Puedo aguantar”. Y aguantas. Pero esa pequeña fricción te está robando ancho de banda mental (RAM). Te está poniendo de mal humor. Te está haciendo “cojear” emocionalmente. Y un día, explotas de ira por una tontería (se te cae el café) y no entiendes por qué. Es la piedra.

El guerrero inteligente sabe cuándo parar. Se para. Se quita la bota. Saca la piedra. Y sigue caminando. Parar 2 minutos para arreglar algo pequeño te ahorra 2 meses de recuperación de una lesión sistémica. El mantenimiento preventivo no es pereza; es una forma avanzada de resistencia.

Reflexión Final:

  1. La Piedra: Haz un escáner rápido. ¿Qué pequeña molestia estás tolerando hoy que podrías arreglar en menos de 10 minutos?
  2. La Excusa: ¿Por qué no lo has arreglado? (“No tengo tiempo” suele ser mentira; es “no tengo atención”).
  3. La Práctica de Hoy: Quítate una piedra. Engrasa la puerta que chirría. Cose el botón de la camisa. Pide perdón por ese comentario. Paga esa multa. Elimina la fricción. Siente lo ligero que caminas ahora.