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Miguel Ángel Ballesteros

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22 Junio: El Barro de Agincourt

22 Junio: El Barro de Agincourt

“No luchamos contra hombres; luchamos contra la geografía.”Napoleón Bonaparte

Fuente/Tradición: Historia Medieval / Uso del Terreno

La Historia: La Lluvia y la Flecha

25 de octubre de 1415. Día de San Crispín. Agincourt, norte de Francia. El amanecer es gris, frío y miserable. Ha llovido torrencialmente durante toda la noche. El rey Enrique V de Inglaterra mira a sus hombres. Están en los huesos. Llevan semanas marchando, enfermos de disentería (muchos luchan con los pantalones bajados o cortados porque no pueden controlar sus intestinos). Están hambrientos, sucios y desesperados. Son solo unos 6.000. La mayoría son arqueros plebeyos armados con arcos largos (longbows) de madera de tejo. Al otro lado del campo, a un kilómetro de distancia, brilla el oro, la plata y el acero pulido. Es el ejército francés. La flor y nata de la caballería europea. Son entre 20.000 y 30.000 hombres. Duques, condes, barones. Llevan armaduras de placas completas, lo mejor de la tecnología militar del siglo XV. Montan caballos de guerra enormes (destreros). Están frescos, bien alimentados y borrachos de confianza. Han pasado la noche apostando quién capturará al rey inglés para pedir el rescate. La lógica militar dice que esto es una masacre inevitable. La caballería pesada francesa cargará y aplastará a la infantería ligera inglesa como insectos bajo una bota de hierro.

Pero Enrique V tiene un aliado secreto. No es Dios (aunque él reza). Es el Terreno. El campo de batalla es un sembrado recién arado, flanqueado por dos bosques densos que impiden rodearlo. Es un embudo natural. Y el suelo… el suelo es una trampa mortal. La lluvia ha convertido la tierra arada en un pantano de barro arcilloso y pegajoso, profundo hasta la rodilla. Enrique despliega a sus hombres en la parte más estrecha del embudo. Ordena a sus arqueros clavar estacas afiladas de madera en el suelo, apuntando hacia el enemigo, para frenar la carga inicial de los caballos. Y espera.

Los franceses, arrogantes, impacientes y apretujados en el extremo ancho del embudo, cargan. Es un espectáculo terrorífico. Miles de toneladas de acero y carne lanzadas a la carrera. La tierra tiembla. Pero entonces, llegan al barro. La carga se frena en seco. Los caballos se hunden. Resbalan. Caen. Lo que debía ser un galope atronador se convierte en un paso lento, agónico y torpe. Los caballeros de atrás, que no ven lo que pasa, empujan a los de delante. Se crea un atasco masivo. Son blancos fáciles, inmóviles. Y entonces, Enrique da la señal. “¡Noc, Noc, Noc!”. Miles de arqueros ingleses tensan sus arcos. El cielo se oscurece. Una lluvia de flechas bodkin (con punta de aguja, diseñadas para perforar cota de malla) cae sobre los franceses con un silbido letal. El sonido es como granizo sobre un tejado de metal. Clang, clang, clang. Los caballos, heridos, se encabritan y tiran a sus jinetes al barro. Un caballero con armadura completa en el suelo es como una tortuga dada la vuelta. Pesa 30 o 40 kilos. No puede levantarse en el lodo profundo. Se ahogan en el barro. Son pisoteados por sus propios compañeros. Los franceses siguen llegando, ola tras ola, pero solo logran amontonarse más. Se crea un muro de cadáveres y hombres vivos atrapados, gritando.

Cuando la caballería está inmovilizada y el caos es total, los arqueros ingleses sueltan sus arcos. Sacan cuchillos, hachas y martillos de plomo. Son ligeros. No llevan armadura. Corren sobre el barro (o sobre los muertos) con agilidad y empiezan a matar a los nobles franceses atrapados como si estuvieran abriendo latas de conserva. Es una carnicería. Inglaterra gana una de las victorias más improbables de la historia. Perdieron unos 100 hombres. Francia perdió 6.000 hombres, incluyendo a casi toda su cúpula militar y nobleza. No ganó el ejército más fuerte. Ganó el ejército que entendió el terreno y dejó que el barro luchara por él.

La Lección:

El contexto lo es todo. Tus habilidades no existen en el vacío. Existen en un terreno. Una habilidad que es una ventaja absoluta en un terreno (armadura pesada en suelo seco y llano) se convierte en una trampa mortal en otro (armadura pesada en barro profundo). El estratega no se pregunta “¿Soy fuerte?”. Se pregunta “¿Soy fuerte aquí?”.

Antes de luchar, analiza el terreno.

  • Terreno Económico: ¿Estamos en expansión (suelo seco) o en recesión (barro)? En recesión, la deuda (armadura pesada) te mata. La liquidez y la agilidad (arqueros) te salvan.
  • Terreno Social: ¿Qué es aceptable decir aquí y qué no? ¿Quién tiene el poder real en esta sala?
  • Terreno Personal: ¿Estoy cansado? ¿Estoy triste? ¿Es este el momento de tener esa conversación difícil con mi pareja, o debería esperar a un terreno mejor (después de cenar, descansados)?

Si el terreno no te favorece, no luches. Muévete. Cambia el campo de batalla. O haz como Enrique V: elige un estrechamiento donde la superioridad numérica del enemigo no sirva de nada. Usa el entorno como tu arma principal. Deja que el barro, el sol, el viento o el mercado luchen por ti.

Reflexión Final:

  1. Tu Armadura: ¿Qué “ventaja” tienes (títulos, dinero, experiencia, ego) que podría convertirse en un peso muerto en el contexto actual? ¿Te estás hundiendo en el barro por llevar demasiado peso?
  2. El Barro: ¿Cómo puedes usar las condiciones difíciles del mercado o de la vida para frenar a competidores más grandes y lentos que tú?
  3. La Práctica de Hoy: Analiza el contexto de tu próxima reunión o tarea importante. ¿Quién está cansado? ¿Qué hora es? ¿Dónde se sientan? Ajusta tu estrategia al terreno, no solo al argumento. Si el terreno es malo (hay prisa, hay ruido), pospón la batalla.