01 Julio: Shokunin
01 Julio: Shokunin
“Debes enamorarte de tu trabajo. Debes dedicar tu vida a dominar tu habilidad. Ese es el secreto del éxito y es la clave para ser considerado honorable.” — Jiro Ono
Fuente/Tradición: Cultura Japonesa / Artesanía
La Historia: El Dios del Sushi
Tokio. Estación de metro de Ginza. En un pasillo subterráneo, junto a una tienda de discos y un baño público, hay una puerta de madera discreta. No hay letreros de neón parpadeantes. No hay música de ambiente. No hay decoración superflua. Dentro, el espacio es pequeño, casi monástico. Solo hay una barra de madera de ciprés (hinoki) inmaculada, pulida a mano cada día, y diez taburetes negros. Es Sukiyabashi Jiro. El dueño es Jiro Ono. Tiene 96 años (en el momento del documental que lo hizo leyenda). Lleva haciendo sushi desde los 9 años, cuando su padre alcohólico lo echó de casa diciéndole: “No tienes hogar al que volver”. Todos los días, durante casi 90 años, ha hecho lo mismo.
Se levanta antes del amanecer. Durante décadas, iba personalmente al mercado de pescado de Tsukiji. Examinaba el atún con la mirada de un joyero evaluando diamantes. Tocaba la carne. Olía la grasa. Si el pescado no era perfecto, no lo compraba. Vuelve al restaurante. Masajea el pulpo durante 45 minutos exactos para romper las fibras y hacerlo tierno como la mantequilla. Ni 40, ni 50. 45. Cuece el arroz con una presión y temperatura que solo él conoce, usando una tapa de hierro pesada para aumentar la presión interna. El olor del arroz avinagrado (shari) llena el pequeño local. Es un olor ácido, dulce y cálido. Cuando sirve el sushi a los clientes (que han reservado con meses de antelación y pagan 300 dólares por 20 minutos de comida), Jiro no sonríe. Observa. Su mirada es láser. Si el cliente es zurdo, Jiro coloca la pieza de sushi ligeramente inclinada hacia la izquierda para que le sea más fácil cogerla con la mano. Si el cliente come rápido, Jiro acelera el ritmo. Si el cliente es una mujer con la boca más pequeña, Jiro hace la bola de arroz un poco más pequeña para que pueda comerla de un bocado elegante. No es cocina. Es una danza de precisión obsesiva. Es un ballet de dedos y cuchillos.
Jiro odia los días festivos. Dice que se aburre en casa. Quiere volver al trabajo. No lo hace por dinero (podría haber abierto franquicias “Jiro” en todo el mundo y ser multimillonario, pero se negó). No lo hace por fama (ya tiene 3 estrellas Michelin, el máximo honor, siendo el primer restaurante de sushi en lograrlo). Lo hace por el espíritu del Shokunin. En Japón, un shokunin no es solo un artesano. Es alguien que tiene la obligación social y espiritual de hacer su trabajo lo mejor posible, no por el beneficio, sino por el honor de la tarea en sí. Jiro dice: “Siempre estoy mirando hacia adelante. Siempre estoy tratando de ser mejor que ayer. Nunca estoy satisfecho”. A los 90 años, dice que todavía no ha alcanzado la perfección. Que todavía está aprendiendo a hacer la tortilla de huevo (tamago) perfecta. Que todavía sueña con sushi.
La Lección:
Vivimos en la cultura del “Hack” y del “Side Hustle”. Queremos el atajo. Queremos la “semana laboral de 4 horas”. Queremos ingresos pasivos para no tener que trabajar y poder estar en la playa. Vemos el trabajo como un mal necesario, un castigo bíblico. “Trabajo para pagar las facturas y luego vivir”. El Shokunin ve el trabajo como un camino espiritual. El trabajo es la vida. No es algo que haces para conseguir otra cosa. Es el fin en sí mismo. La felicidad de Jiro no viene de las vacaciones en Hawái (que no toma). Viene de ver que hoy el arroz ha quedado un 1% mejor que ayer. Esa satisfacción es profunda, sólida e inquebrantable. La satisfacción del “pelotazo” o del éxito rápido es efímera, vacía y adictiva.
La Maestría requiere una entrega total. Requiere repetición. Requiere aburrimiento. Jiro ha hecho el mismo movimiento de muñeca millones de veces. Para un occidental moderno, eso es una pesadilla. “¡Qué monotonía! ¡Necesito variedad!”. Para Jiro, cada vez es diferente. Cada vez es una oportunidad de refinar el micro-movimiento. En la repetición está la profundidad. Si cambias de proyecto cada 6 meses, nunca profundizas. Eres un turista en tu propia vida. El maestro se queda. El maestro repite. El maestro pule hasta que la piedra se convierte en espejo.
Reflexión Final:
- La Relación con el Trabajo: ¿Odias tu trabajo? ¿Lo ves solo como un medio para un fin? ¿Qué pasaría si intentaras hacerlo con la actitud de Jiro, solo por hoy, independientemente de tu sueldo?
- La Profundidad: ¿En qué habilidad llevas años profundizando? Si la respuesta es “ninguna”, ¿cuál te gustaría elegir para dedicarle los próximos 10 años?
- La Práctica de Hoy: Elige una tarea mundana (hacer café, limpiar los zapatos, escribir un informe, doblar la ropa). Hazla con calidad Shokunin. Obsesiónate con el detalle. Hazlo mejor que nunca. No para que te aplaudan. Nadie te va a aplaudir por doblar bien una camiseta. Hazlo por respeto a ti mismo y a la tarea. Siente la dignidad del oficio.