23 Julio: La Navaja de Ockham

“No hay que multiplicar los entes sin necesidad.” — Guillermo de Ockham

Fuente/Tradición: Filosofía / Lógica / Ciencia

La Historia: El Fraile y los Ángeles

Inglaterra, siglo XIV. La filosofía escolástica está en su apogeo… y en su decadencia. Los sabios de las universidades de Oxford y París debaten cuestiones absurdamente complejas. “¿Cuántos ángeles pueden bailar sobre la punta de un alfiler?”. “¿Mueve Dios los planetas directamente o usa ángeles intermedios?”. “¿Existe el color rojo como entidad independiente o solo existen las cosas rojas?”. Para explicar cualquier fenómeno natural (por ejemplo, por qué cae una piedra), inventan teorías con docenas de pasos, fuerzas invisibles y entidades espirituales. El mundo se ha vuelto incomprensiblemente complicado. Entonces aparece Guillermo de Ockham. Es un fraile franciscano. Viste pobremente. Pero tiene una mente afilada como un cuchillo de carnicero. Ockham está harto de las tonterías teóricas. Propone un principio metodológico que cambiará la historia del pensamiento humano. Se le conoce como la Navaja de Ockham (Occam’s Razor). La navaja sirve para “afeitar” las suposiciones innecesarias de una teoría.

El principio dice en latín: Pluralitas non est ponenda sine necessitate. “La pluralidad no se debe postular sin necesidad”. En lenguaje moderno: La explicación más simple suele ser la correcta. Si tienes dos teorías que explican lo mismo: A) La piedra cae porque la gravedad la atrae. B) La piedra cae porque unos duendes invisibles la empujan hacia abajo con cuerdas mágicas indetectables que no se pueden medir. Ambas explican el fenómeno (la piedra cae). Pero la B introduce elementos innecesarios (duendes, cuerdas). Ockham dice: Corta la B. Quédate con la A. Este principio permitió el nacimiento de la ciencia moderna. Copérnico usó la navaja para poner al Sol en el centro. El modelo de Ptolomeo (Tierra en el centro) funcionaba, pero requería que los planetas hicieran “epiciclos” (bucles raros) en el cielo para explicar sus movimientos. Era un lío matemático monstruoso. El modelo de Copérnico (Sol en el centro) explicaba lo mismo con círculos simples. Era más simple. Era más bello. Era verdad.

La Lección:

Tendemos a complicar las explicaciones de nuestros propios problemas. Somos maestros en crear “epiciclos” mentales para no ver la verdad simple.

• “No tengo éxito en mi negocio porque el algoritmo de Instagram me odia, el mercado está saturado, la economía está mal y mi chakra raíz está bloqueado”. (Teoría compleja con duendes).

• Navaja de Ockham: “No tienes éxito porque tu producto no es suficientemente bueno o no trabajas lo suficiente”. (Verdad simple y dolorosa).

• “Ella no me contesta al mensaje porque perdió el móvil, o está muy ocupada salvando el mundo, o tiene miedo al compromiso por un trauma infantil”.
• Navaja de Ockham: “No te contesta porque no le interesas”.

La verdad suele ser simple. Y a menudo, duele. Por eso inventamos complejidades: para escondernos de la verdad simple y dolorosa. El ego ama la complejidad. La complejidad le da excusas. “Es que mi caso es muy complejo”, dice el ego. “Nadie me entiende”. No, no lo es. Probablemente es muy simple. Comes demasiado. Gastas demasiado. No te esfuerzas. Eres egoísta.

El maestro usa la Navaja de Ockham para cortar sus propias tonterías. Busca la causa raíz más directa. Simplifica tus procesos. Si necesitas un manual de 100 páginas para explicar tu trabajo, algo falla. Si necesitas 10 minutos para explicar por qué llegaste tarde, es mentira. La verdad es breve.

Reflexión Final:

1. La Complicación: ¿Dónde estás creando una “historia complicada” para justificar un fracaso simple?
2. El Corte: Aplica la navaja. ¿Cuál es la explicación más sencilla (y probablemente más dura) de tu situación actual?
3. La Práctica de Hoy: Simplifica una explicación. Si tienes que contarle algo a alguien, hazlo en la mitad de palabras. Ve al grano. No des excusas. Solo hechos.