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Miguel Ángel Ballesteros

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10 Octubre: La Tabla de Virtudes

10 Octubre: La Tabla de Virtudes

“En realidad existe, quizá, ninguna de nuestras pasiones naturales tan difícil de dominar como el orgullo. Disfrázalo, lucha con él, golpéalo, sofócalo, mortifícalo tanto como quieras, y todavía está vivo… pues incluso si pudiera concebir que lo he superado por completo, probablemente estaría orgulloso de mi humildad.”Benjamin Franklin, Autobiografía

Fuente: Historia Americana / Desarrollo Personal

La Historia: El Contable del Alma

Benjamin Franklin no nació siendo el sabio estadista que aparece en los billetes de cien dólares. De joven, era brillante pero arrogante, un polemista insoportable que disfrutaba humillando intelectualmente a sus oponentes. Un día, un viejo amigo cuáquero lo llevó aparte y le dijo la verdad brutal: “Ben, eres imposible. Tu orgullo hace que nadie quiera escucharte. Tienes razón en tus argumentos, pero pierdes en tus relaciones”.

Franklin, a diferencia de la mayoría, no se defendió. Aceptó el feedback. Se dio cuenta de que su inteligencia era inútil si su ego le impedía conectar con los demás. Decidió emprender un proyecto audaz: alcanzar la perfección moral.

Como buen hombre de negocios e impresor, diseñó un sistema. Definió 13 virtudes esenciales (Templanza, Silencio, Orden, Resolución, Frugalidad, Industria, Sinceridad, Justicia, Moderación, Limpieza, Tranquilidad, Castidad y Humildad).

La última, la Humildad, fue añadida al final, casi como una ocurrencia tardía, con la simple instrucción: “Imita a Jesús y a Sócrates”.

Franklin creó una pequeña libreta. En cada página, trazó una cuadrícula con los días de la semana y las 13 virtudes. Cada noche, revisaba su día. Si había fallado en una virtud (había comido demasiado, había hablado mal de alguien, había sido arrogante), marcaba un punto negro en la casilla correspondiente.

Su objetivo era tener una hoja limpia. Nunca lo logró.

Durante décadas, llevó esta contabilidad moral. Al principio, su libreta estaba llena de agujeros negros. Con el tiempo, los puntos disminuyeron, pero nunca desaparecieron. Franklin se dio cuenta de que la perfección era imposible, pero que el intento de alcanzarla era lo que le hacía mejor.

Sobre la humildad, escribió que era la más difícil de todas. Descubrió que cuando lograba ser humilde durante un tiempo, empezaba a sentirse orgulloso de lo bien que lo estaba haciendo. “El orgullo es como el corcho”, decía, “intenta hundirlo y siempre vuelve a flotar”. Por eso adoptó la estrategia de fingir humildad: usar frases como “me parece” o “si no me equivoco” en lugar de “es así”. Curiosamente, al fingir humildad, empezó a cultivarla realmente, y la gente empezó a respetarle más.

La Lección:

El ego nos dice que somos “buenas personas” por defecto. Franklin sabía que el carácter no es un estado fijo, sino un hábito que se erosiona si no se mantiene.

La humildad no es algo que “tienes”; es algo que haces. Es un ejercicio diario de revisión y corrección. Si no llevas la cuenta, tu ego te mentirá. Te dirá que fuiste paciente cuando en realidad fuiste pasivo-agresivo. Te dirá que fuiste sincero cuando fuiste cruel.

El sistema de Franklin nos enseña que el guerrero debe ser el contable de su propia alma. No para castigarse con culpa neurótica, sino para tener datos objetivos. Sin métricas, no hay mejora. Sin revisión diaria, el ego se expande como un gas hasta ocupar todo el espacio disponible.

Reflexión Final:

  1. Tu Tabla: No necesitas 13 virtudes. Elige las 3 que más te cuesta mantener (ej: Paciencia, Foco, Escucha).
  2. La Revisión Nocturna: Esta noche, antes de dormir, haz un repaso mental rápido. ¿En qué momento del día fallaste en esas 3 virtudes? ¿En qué momento tuviste éxito?
  3. La Práctica de Hoy: Adopta la táctica lingüística de Franklin. Elimina las palabras “Ciertamente”, “Indudablemente” y “Obviamente” de tu vocabulario hoy. Usa “En mi opinión”, “Tal como yo lo veo” o “Podría estar equivocado”. Observa cómo cambia la receptividad de los demás.