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Miguel Ángel Ballesteros

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16 Octubre: La Obra en el Cajón

16 Octubre: La Obra en el Cajón

“El éxito se considera lo más dulce / por aquellos que nunca lo alcanzan.”Emily Dickinson

Fuente: Literatura / Creatividad

La Historia: La Poeta Fantasma

En una casa de ladrillo amarillo en Amherst, Massachusetts, vivía una mujer que apenas salía de su habitación. Vestía siempre de blanco, hablaba con los visitantes a través de la puerta entreabierta y era considerada por sus vecinos como una solterona excéntrica.

Cuando murió en 1886, su hermana Lavinia abrió su escritorio de madera de cerezo. Dentro, atados con cordel, encontró casi 1.800 poemas.

Emily Dickinson había escrito una de las obras más revolucionarias, potentes y originales de la literatura universal. Y lo había hecho sin publicar, sin buscar fama, sin ir a fiestas literarias en Nueva York, sin recibir premios.

Escribía en sobres usados, en trozos de papel de chocolate. Escribía mientras horneaba pan. Escribía por la noche, a la luz de una vela.

Su ego debió gritarle mil veces: “¿Para qué escribes si nadie te lee? ¿Qué sentido tiene ser un genio si el mundo no lo sabe?”. En su época, la poesía “correcta” era rítmica y sentimental. La suya era abrupta, extraña, llena de guiones y mayúsculas inesperadas. Si hubiera buscado la aprobación de los editores, habría tenido que diluir su voz, “corregir” su estilo, vender su alma.

Dickinson eligió el trabajo sobre el reconocimiento. Eligió la integridad sobre la fama. Escribía porque tenía que hacerlo, porque la poesía era su forma de respirar, no su estrategia de marketing. Su validación venía del acto mismo de crear, no del aplauso ajeno.

Hoy, los poetas famosos de su época son notas al pie de página, y la “solterona excéntrica” es un gigante inmortal.

La Lección:

Vivimos en la era de la “Marca Personal”. Nos dicen que si no lo compartes, no sucedió. Que si no tienes audiencia, no tienes valor.

El ego necesita público. El alma solo necesita expresión.

Hay un poder inmenso en hacer algo solo por el hecho de hacerlo. Entrenar en un garaje oscuro sin subir el vídeo a Instagram. Escribir un libro que quizás nadie lea. Ayudar a alguien anónimamente.

Cuando desvinculas tu trabajo de la recompensa externa, te vuelves imparable. Ya no dependes de los likes, de las ventas o de las críticas. Te vuelves autotélico (del griego auto, “sí mismo”, y telos, “fin”): la actividad es el fin en sí mismo.

El guerrero trabaja en la sombra con la misma intensidad que bajo los focos. Porque sabe que el valor de su obra no lo determina el mercado, sino la verdad con la que fue forjada.

Reflexión Final:

  1. ¿Para quién actúas? Si supieras con certeza que nadie vería nunca tu trabajo actual, ¿lo seguirías haciendo? ¿Cambiarías algo?
  2. El Proyecto Secreto: ¿Tienes algo que amas hacer pero que has corrompido tratando de monetizarlo o hacerlo famoso?
  3. La Práctica de Hoy: Crea algo hoy (un texto, un dibujo, una solución técnica, una comida) y no se lo enseñes a nadie. Disfruta del proceso de creación sin la droga de la validación. Guárdalo en tu cajón.