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Miguel Ángel Ballesteros

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02 Noviembre: Filosofar es aprender a morir

02 Noviembre: Filosofar es aprender a morir

“Quitarle a la muerte su extrañeza, practicarla, acostumbrarse a ella, no tener nada tan a menudo en la cabeza como la muerte… No sabemos dónde nos espera la muerte: esperémosla en todas partes.”Michel de Montaigne, Ensayos

Fuente: Renacimiento / Humanismo

La Historia: El Accidente a Caballo

Michel de Montaigne, el noble francés del siglo XVI que inventó el género del ensayo, vivía obsesionado con la muerte. Pero era una obsesión intelectual, libresca. Leía a los antiguos, citaba a Cicerón (“Filosofar es aprender a morir”) y dormía en una torre rodeado de frases latinas sobre la finitud pintadas en las vigas del techo.

Hasta que un día, la muerte vino a visitarle de verdad.

Montaigne iba paseando a caballo cerca de su castillo cuando uno de sus sirvientes, montando un caballo grande y fuerte, se lanzó al galope y chocó violentamente contra él “como un rayo”. Montaigne salió despedido. Aterrizó con fuerza, perdió el conocimiento, vomitó sangre. Todos pensaron que estaba muerto.

Durante horas, estuvo en un estado de semi-consciencia, flotando entre la vida y la muerte. Y para su inmensa sorpresa, no sintió terror. No sintió angustia. Sintió una dulzura extraña, una languidez, “como aquellos a quienes el sueño vence”. Sentía que su vida se deslizaba suavemente fuera de él, y no le importaba.

Cuando se recuperó (milagrosamente), su visión de la muerte cambió para siempre. Ya no era el monstruo esquelético de las pinturas medievales. Era un proceso natural, parte de la vida, incluso apacible.

Montaigne se dio cuenta de que lo que nos asusta no es la muerte en sí, sino la máscara que le ponemos. Los rituales fúnebres, los lamentos, la ropa negra, los rostros graves de los médicos… toda esa parafernalia es lo que nos aterroriza. “Quitadle la máscara a las cosas, y veréis su verdadero rostro”, escribió.

Desde entonces, Montaigne predicó una familiaridad radical con la muerte. No esconderla. Hablar de ella en la mesa. Preguntar cómo murió tal vecino, con la misma naturalidad con la que se pregunta cómo nació tal niño. Al hacerla doméstica, le quitamos su poder de paralizarnos.

La Lección:

El miedo a la muerte es la raíz de todos los miedos. Miedo a hablar en público = Miedo al rechazo = Miedo al exilio = Miedo a morir solo. Miedo a emprender = Miedo a la ruina = Miedo al hambre = Miedo a morir.

Si desactivas el miedo madre, desactivas a todos sus hijos.

El guerrero no busca la muerte, pero la estudia. La mira de frente. Entiende que es el precio de la entrada a la vida. Si estás en la fiesta, tienes que aceptar que la fiesta acaba. Negarlo solo te hace disfrutar menos del baile, mirando el reloj con ansiedad.

Aprender a morir es, paradójicamente, aprender a vivir sin ansiedad. Si lo peor que puede pasar es natural e inevitable, ¿por qué temblar ante las pequeñas desgracias intermedias?

Reflexión Final:

  1. La Máscara: ¿Qué aspecto de la muerte te da más miedo? ¿El dolor? ¿La nada? ¿El olvido? ¿Dejar a los tuyos?
  2. La Naturalidad: Observa la naturaleza. Las hojas caen, los animales mueren, las estaciones cambian. Nada hace un drama de ello excepto el ser humano.
  3. La Práctica de Hoy: Lee una noticia de obituarios o visita mentalmente el final de tu vida. Imagina el momento exacto de tu muerte. No como una película de terror, sino como el momento en que te duermes después de un día muy largo. Siente la paz de soltar la carga.