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Miguel Ángel Ballesteros

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09 Noviembre: La Oración Fúnebre

09 Noviembre: La Oración Fúnebre

“La tumba de los grandes hombres es la tierra entera; de ellos nos habla no solo una inscripción en las estelas sepulcrales de su patria, sino también un recuerdo no escrito que vive en el espíritu de todos.”Pericles, Oración Fúnebre (Tucídides)

Fuente: Grecia Clásica / Retórica

La Historia: El Discurso de los Muertos

Invierno del 431 a.C. Atenas está en guerra con Esparta. Es el primer año de la Guerra del Peloponeso, un conflicto que desgarrará el mundo griego. Como era costumbre ancestral, los atenienses celebran un funeral público para honrar a los primeros caídos en combate.

Los ataúdes de ciprés desfilan por el Cerámico, el barrio de los alfareros que sirve de cementerio. Hay una caja vacía, cubierta con un manto, para los desaparecidos cuyos cuerpos no pudieron ser recuperados. El silencio es denso, roto solo por el llanto de las madres y las viudas.

Pericles, el líder de la democracia ateniense, el “Primer Ciudadano”, sube a la tribuna para pronunciar el elogio. La multitud espera palabras de consuelo, lamentos sobre la crueldad de la muerte, promesas de venganza.

Pero Pericles hace algo diferente. No habla de la muerte. Habla de la vida.

En uno de los discursos más famosos de la historia humana, Pericles redefine el concepto de inmortalidad. No promete a los caídos un paraíso en el Elíseo (la religión griega era vaga y sombría sobre el más allá). Les promete algo más tangible: la inmortalidad en la memoria de los vivos a través del ejemplo.

Les dice a los atenienses que estos hombres no han “perdido” sus vidas; las han “invertido”. Han cambiado sus cuerpos mortales por una gloria inmortal. Han usado su muerte para afirmar los valores de Atenas: la libertad, la democracia, la belleza, la apertura.

“Contemplad cada día la grandeza de Atenas”, les dice, “hasta que el amor por ella llene vuestros corazones; y cuando veáis su poder, recordad que fue ganado por hombres con coraje, que conocían su deber y que tenían sentido del honor en la acción”.

Pericles argumenta que el verdadero monumento no es de piedra. Las estatuas se erosionan. Las inscripciones se borran. El verdadero monumento es “el recuerdo no escrito” que vive en la mente de los demás. El legado es la inspiración. Si tu vida inspira a otro a ser más valiente, más justo o más libre, entonces no has muerto del todo. Tu espíritu se ha replicado.

La Lección:

A menudo confundimos legado con “cosas”. Pensamos que el legado es dejar una casa a nuestros hijos, o tener nuestro nombre en un edificio, o escribir un libro que esté en una biblioteca.

Eso es vanidad, no legado. Las cosas se rompen, se venden o se queman.

El legado real es biológico y memético.

  • Es la seguridad que le diste a tu hijo, que le permitirá ser un buen padre, transmitiendo esa seguridad a la siguiente generación.
  • Es la ética de trabajo que enseñaste a tu empleado, que él enseñará a los suyos.
  • Es la amabilidad que mostraste a un extraño, que cambió su día y le hizo ser amable con otro.

Somos eslabones en una cadena infinita. Tu trabajo no es ser el eslabón de oro que todos miran. Tu trabajo es ser un eslabón fuerte que no se rompe bajo tensión, asegurando que la cadena continúe.

Pericles nos enseña que la mejor manera de honrar a los muertos no es llorarlos, sino imitarlos. Y la mejor manera de preparar tu propia muerte es vivir de tal manera que otros quieran imitarte.

Reflexión Final:

  1. La Cadena: Piensa en alguien que ya murió y que influyó positivamente en ti. ¿Qué rasgo específico de esa persona intentas mantener vivo? (Su humor, su paciencia, su rigor).
  2. Tu Eslabón: ¿Qué rasgo tuyo te gustaría que tus hijos o tus compañeros “copiaran” cuando no estés?
  3. La Práctica de Hoy: Actúa hoy como un modelo. Imagina que estás siendo grabado para un documental que verán tus bisnietos. Compórtate con la dignidad y la excelencia que te gustaría ver en ellos. Sé el antepasado que querrías tener.