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Miguel Ángel Ballesteros

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10 Noviembre: Humo y Ceniza

10 Noviembre: Humo y Ceniza

“Pronto olvidarás todas las cosas; y todas las cosas pronto te olvidarán a ti.”Marco Aurelio, Meditaciones

Fuente: Estoicismo

La Historia: El Emperador en la Frontera

Marco Aurelio no escribía para ser publicado. Escribía para no volverse loco. Era el hombre más poderoso de la Tierra, el Emperador de Roma. Pero su vida era una pesadilla constante. Pasó la mayor parte de su reinado en las fronteras frías y húmedas del Danubio, luchando contra hordas germánicas (los marcomanos y los cuados) que amenazaban con destruir el imperio.

Estaba rodeado de muerte. La Peste Antonina (posiblemente viruela) estaba arrasando Roma, matando a millones, incluidos sus amigos y familiares. Su esposa le era infiel (según los rumores). Su hijo Cómodo era un psicópata en potencia. Sus generales conspiraban contra él. Su cuerpo estaba enfermo, le costaba respirar, escupía sangre.

En su tienda de campaña, a la luz de una lámpara de aceite, Marco Aurelio abría su diario y se recordaba a sí mismo una verdad dura: la fama no vale nada.

“Mira atrás”, escribía, “y ve la inmensidad del tiempo pasado. Mira adelante, y ve el infinito del futuro. En medio de esos dos abismos, ¿qué diferencia hay entre vivir tres días o tres siglos?”.

Marco veía cómo sus predecesores, hombres que habían sido adorados como dioses (Augusto, Trajano, Adriano), se habían convertido en simples nombres, y luego en polvo. “Todo es efímero: el que recuerda y el objeto recordado”.

Para un romano, la gloria era el valor supremo. Morir para ser recordado. Pero Marco Aurelio vio a través de esa mentira. Entendió que buscar la fama póstuma es absurdo porque:

  1. Tú estarás muerto y no podrás disfrutarla.
  2. La gente que te recordará también es mortal y estúpida; sus opiniones son volubles y pronto ellos también morirán.

“Alejandro Magno y su arriero, una vez muertos, se encuentran en el mismo estado”, anotó.

Esta comprensión no le llevó al nihilismo (“nada importa, así que no haré nada”). Le llevó a la pureza de intención. Si la fama es humo, entonces la única razón para hacer el bien es porque es lo correcto. No por el aplauso. No por la estatua. No por los libros de historia. Sino por la propia dignidad de la acción presente.

Marco Aurelio trabajaba hasta la extenuación por el bien de Roma, no para que Roma le aplaudiera, sino porque esa era su función como ser humano y como emperador. Era como una abeja haciendo miel o una vid dando uvas: cumplía su naturaleza sin pedir un recibo a cambio.

La Lección:

El ego moderno está obsesionado con el “impacto” y la “marca”. Queremos ser virales. Queremos ser influencers. Queremos que nuestro nombre esté en los créditos.

Es una forma de inmortalidad barata.

Marco Aurelio nos invita a liberarnos de la carga de la audiencia. ¿Cuánto mejor trabajarías si no te importara quién se lleva el crédito? ¿Cuánto más libre serías si no te preocupara cómo te juzgarán dentro de cien años (o dentro de diez minutos en Twitter)?

La verdadera libertad del guerrero es actuar por virtud, no por vanidad. Hacer lo correcto aunque nadie mire. Hacer lo correcto aunque te critiquen. Hacer lo correcto sabiendo que, al final, el olvido nos tragará a todos.

El olvido no es triste; es el gran limpiador. Nos libera de la necesidad de actuar para la galería. Nos deja solos con nuestra conciencia, que es el único espectador que importa.

Reflexión Final:

  1. El Experimento Mental: Imagina que haces la mejor obra de tu vida (escribes el mejor libro, fundas la mejor empresa, salvas a alguien), pero la condición mágica es que nadie sabrá jamás que fuiste tú. Tu nombre será borrado. ¿Lo harías igual?
  2. La Motivación: Si respondes “no”, entonces no amas la obra, amas la fama.
  3. La Práctica de Hoy: Haz algo bueno hoy y asegúrate activamente de que nadie se entere. Si alguien te da las gracias, desvía el mérito. Experimenta la satisfacción secreta y silenciosa de la virtud anónima.