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Miguel Ángel Ballesteros

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01 Diciembre: La Mente de Principiante

01 Diciembre: La Mente de Principiante

“En la mente del principiante hay muchas posibilidades, pero en la del experto hay pocas.”Shunryu Suzuki, Mente Zen, Mente de Principiante

Fuente/Tradición: Zen

La Historia: El Maestro y la Taza de Té

Era una tarde lluviosa de la era Meiji. La lluvia golpeaba rítmicamente el techo de tejas del templo, creando una cortina de agua que separaba el recinto sagrado del mundo exterior. Dentro, el aire olía a incienso de sándalo y a tatami viejo. Nan-in, un maestro Zen conocido por su vida simple, recibió una visita inesperada. Era un profesor universitario de Tokio. El profesor no venía como un peregrino humilde. Venía vestido con un traje occidental impecable, con zapatos de cuero que chirriaban y un maletín lleno de libros y notas. Venía a “intercambiar ideas”. Venía a demostrar que él, un hombre de ciencia y letras modernas, entendía el budismo mejor que los viejos monjes de las montañas.

Desde el momento en que cruzó el umbral, el profesor no dejó de hablar. Mientras se quitaba los zapatos en la entrada, disertó sobre la historia del Zen y su llegada desde China. Mientras se sentaba en el cojín (con cierta rigidez), explicó las diferencias sutiles entre la escuela Rinzai y la Soto. Mientras Nan-in preparaba el fuego para el té, el profesor citaba sutras de memoria, corrigiendo las traducciones habituales y señalando errores filológicos. Su voz llenaba la pequeña habitación, rebotando en las paredes desnudas, no dejando espacio ni para el sonido de la lluvia ni para el silencio. Era una mente llena. Abarrotada. Ruidosa.

Nan-in, un hombre pequeño y arrugado con ojos que brillaban con una malicia compasiva, no decía nada. Se movía con una economía de gestos perfecta. Puso el agua a hervir. El sonido del agua borboteando empezó a competir con el monólogo del profesor. Nan-in colocó una taza de cerámica simple, con una pequeña grieta dorada (kintsugi), frente a su invitado. El profesor, sin dejar de hablar sobre la vacuidad y el nirvana, extendió la mano distraídamente hacia la taza.

Nan-in levantó la tetera de hierro negro y comenzó a verter. El líquido verde y humeante llenó el fondo de la taza. Subió hasta la mitad. Llegó al borde. Pero Nan-in no paró. Siguió inclinando la tetera con mano firme. El té se desbordó. Cayó sobre el platillo de madera. Luego sobre la mesa baja. Finalmente, un riachuelo caliente alcanzó los pantalones inmaculados del profesor.

El profesor saltó hacia atrás, sacudido de su trance intelectual. —¡Basta! —gritó, con la cara roja de indignación y sorpresa—. ¿Es que está ciego, viejo tonto? ¡La taza está llena! ¡Ya no cabe ni una gota más!

Nan-in dejó la tetera con una calma absoluta. El vapor subía entre los dos. Miró al profesor con una sonrisa suave. —Al igual que esta taza —dijo el maestro—, usted está lleno de sus propias opiniones, sus títulos, sus teorías y sus especulaciones. Nan-in señaló el té derramado en el tatami. —Ha venido aquí pidiendo enseñanza, pero no hay sitio donde ponerla. —¿Cómo puedo enseñarle Zen si primero no vacía su taza?

El profesor se quedó inmóvil. El sonido de la lluvia volvió a llenar la habitación. Por primera vez en años, su mente se quedó en silencio. Entendió que todo su conocimiento era, en ese momento, su mayor obstáculo.

La Lección:

Hemos pasado once meses construyendo al Guerrero. Hemos acumulado técnicas, estrategias, filosofías, hábitos y victorias. El peligro mortal, ahora que llegamos al final del año, es la arrogancia. Es el “Síndrome del Experto”. El experto mira el mundo y dice: “Esto ya lo he visto. Esto funciona así”. Y al hacerlo, deja de ver la realidad presente y empieza a ver sus propios recuerdos pasados. El experto se vuelve rígido. Y en la naturaleza, lo rígido muere.

La “Mente de Principiante” (Shoshin) no es ignorancia. Es una elección táctica consciente. Es la capacidad de un maestro de cinturón negro para atarse el cinturón blanco y preguntar: “¿Qué puedo aprender hoy?”. Es la capacidad de mirar a tu pareja de hace 10 años y pensar: “No sé quién eres hoy. Quiero descubrirte de nuevo”, en lugar de asumir que ya te sabes sus reacciones. Es la capacidad de mirar un problema recurrente en tu negocio y decir: “Voy a olvidar todo lo que creo saber sobre esto y mirarlo con ojos frescos”.

Solo en el vacío hay resonancia. Si tu mente está llena de ruido (“ya lo sé”, “eso no es así”, “yo soy mejor”), no puedes escuchar la música del mundo. Para integrar todo lo aprendido, primero tienes que soltarlo.

Reflexión Final:

  1. El Experto Tóxico: ¿En qué área de tu vida te has vuelto cínico, aburrido o arrogante porque crees que “ya lo sabes todo”?
  2. El Reseteo: Imagina que hoy pierdes toda tu memoria sobre tu trabajo. Llegas a la oficina el lunes como un novato total, pero con tu inteligencia intacta. ¿Qué preguntas harías? ¿Qué ineficiencias verías que ahora ignoras por costumbre?
  3. La Práctica de Hoy: “Vacía la taza”. En tu próxima conversación importante hoy, haz un voto de silencio interno. No prepares tu respuesta mientras el otro habla. No juzgues lo que dice. No intentes demostrar lo listo que eres. Solo escucha. Deja que sus palabras entren en un espacio vacío. Verás que la calidad de la conexión se multiplica por diez.